Cada vez que Apple pone a la venta uno de sus bombazos hiperhormonados con marketing y campañas de prensa, suele ser habitual que un medio analice lo que cuesta realmente hacer el producto y lo compare con el precio final. Al tratarse de una de las compañías que más margen de beneficios, los datos suelen escandalizar al público.
Y como no podía ser de otra manera, el Apple Watch ha recibido el mismo análisis, esta vez realizado por la firma de investigación de mercados IHS. Cada reloj, que se vende a 379 dólares (341 euros), en realidad cuesta 83,70 dólares (75,33 euros). Es decir, el precio de fábrica solo supone el 24 por ciento del precio final, una cifra más baja que el 29 por ciento del iPad o del iPhone.
Para este cálculo, IHS ha tenido en cuenta el precio de los componentes, que estima en 81,20 dólares (7,30 euros) y le ha añadido 2,50 dólares (2,24 euros) en concepto de ensamblaje y mano de obra. Este estudio se ha realizado sobre el modelo más económico de la gama, el Apple Watch Sport, que cuenta con correa de goma. De todos los componentes del aparato, el más caro es la pantalla, que IHS cree que cuesta 20,5 dólares (18,43 euros), seguido del pack de piezas secundarias (corona, enganches, correas) que estiman en 16,50 dólares (14,84 euros) y del procesador, el cerebro del dispositivo que apenas valdría 10,20 dólares (9,17 euros). Ninguno de estos precios es oficial. “Es típico que un producto de primera generación tenga precios de venta bastante mayores que los de fabricación. Esta tendencia va desapareciendo con la aparición de nuevos modelos, ya que el precio de las tiendas va bajando progresivamente”, explica Kevin Keller, analista de la firma.
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